21 de enero de 2013

"... ¡¡Dije Phantom!! ... ¡¡¡DIJE PHANTOM!! ... " - Parte 2

Así lucía el misterioso anfitrión.
Tras la huida del niño-cliente, era mi turno. La mirada penetrante del hombre tras el mesón me sindicaba como el siguiente.
  • "Hola", dije con una sonrisa algo forzada.
  • "HOLA", me dijo el hombre, esperando que hablase rápido.
  • "¿Qué juegos de Atari tiene?", pregunté temeroso y evitando su vista.
  • "Tengo varios, mira esta lista" me dijo con tono de poco simpático mientras me extendía una carpeta gorda.
Mis sospechas no estaban equivocadas. Con "Selectronic", el local de calle Blanco como único referente del mundo Atariano, aquí las alternativas eran infinitas. Incluso, cada juego tenía una referencia escrita a su lado, para guiarte más en la elección.

"Draconus: recupera el reino de Draconia de las manos de la Bestia Tirana a través de un gran laberinto". Sin duda, ese tipo de escuetas descripciones hacía volar la imaginación de un niño de 10 años que hoy como adultos, nos cuesta comprender.

Una de las virtudes de nuestra infancia, ciertamente fue el uso de nuestra imaginación para alimentar sueños y fantasías. El mundo de los píxeles de 8 bits, no era la excepción.

Poster de "El Zorro"
Mientras oía los pitidos de carga de un juego en casette y mi anfitrión se mantenía ocupado reparando un teclado dañado, aproveché de observar detenidamente el local. Gratamente descubrí que tenía mucha iconografía Atari. Mi atención se clavó en unos cuadros de la desarrolladora Datasoft, creadora de clásicos como The Goonies y Brucelee

Se trataba de un cuadro de "El Zorro", donde se podía ver claramente una pantalla a la que no había llegado, pese a haber dedicado infinitas horas al juego. Para romper el hielo, me lancé con la pregunta:

  • "Señor, ¿de dónde se sacan esas campanas que tiene el Zorro en esa pantalla", le decía mientras apuntaba el cuadro y de paso, interrumpía sus labores de reparación.
  • "¡De donde mismo sacas la trompeta y el fierro para marcar la vaca!", me dijo con un tono secante, casi retador.  
Pese a su tono gruñón, evité que me inquietara. Su semblante escondía una risa burlona, que lo hacía parecer disfrutar de estas situaciones. Proseguí ojeando la carpeta hasta que un título y su respectiva descripción llamaron mi atención:
Captura de "Phantom"
 
"Phantom: persigue y caza fantasmas en una casa embrujada", una descripción muy similar a otro juego que tenía en mente. No me podía quedar con la duda ... el viejo ya me había demostrado sus conocimientos de juegón.
  • "Señor, este juego que dice Phantom, ¿no será el Ghostchaser?", dije sabiondo.
  • "¡Dice Phantom!", me dijo en su tono habitual. 
  • "Pero, ¿no será ...?", insistí. 
  • "¡Dije Phantom!", me interrumpió.
  • "Pero ..."
  • "¡DIJE PHANTOM!", sentenció. 
Luego de su última intervención, decidí arriesgarme y comprarlo. Luego del proceso de copiado (afortunadamente tenía diskettera), tomé mi juego y partí a mi casa a probarlo. 

Mientras salía del local y me quedaba pegado por otro rato en la vitrina observando el codiciado Commodore 64, podía oír a la lejanía una nueva respuesta de nuestro gruñón amigo a uno de sus clientes:
  • "Los juegos están hechos para que tú los descubras, no para que yo te diga cómo descubrirlos", le decía a otro pequeño mientras me miraba con una sonrisa cómplice. Era su estilo.
Este sería el inicio de un sinfín de visitas y de compras computacionales, las que sin duda, marcarían un imborrable recuerdo en mi niñez, de la cual amigos como el Tata y mi primo Rodrigo, serían parte.

Epílogo

Luego de funcionar varios años en la Villa Rosa de calle Arlegui con Echevers en Viña del Mar, Video Compu Club se mudó a la Galería Carrusel (calle Valparaíso), debido a la demolición de la primera a manos de la modernidad. 

En un local más grande y cómodo, nuestro amigo de nombre desconocido tenía novedades como El Principe de Persia, Street Fighter 2, y la saga Mortal Kombat. Recuerdo que con mi amigo Tata, compramos el Mortal Kombat 2 y para aprender a descomprimirlo e instalarlo en DOS, tuvimos que llamar al susodicho a su celular (en 1994 el que recibía llamadas, pagaba), luego de conseguirnos su número en la administración de la Galería Carrusel.

Como podrán suponer, fue una conversación llena de frases para el recuerdo. Finalmente, el local cerró sus puertas entre 1994 y 1995. Un último encuentro visual lo tuvimos en 1997 junto al Tata en la micro 107 del cerro Barón (que va desde Barón a Viña y viceversa). Sólo el tiempo dirá si alguna vez nos volvemos a topar con este gran personaje.