28 de marzo de 2011

QUIERO HACER UNA DENUNCIA


Por Oscar Estay

Como las víctimas de Karadima, quiero contar la verdad a usted, don pablo Honorato, y que por su intersección sea incorporado en toda la prensa irresponsable.

-         "Dígame su relato”, dice Honorato.
 
... Corría el año 1996, luego de un match deportivo en el campo de la calle Ercilla donde mandaba don Cabeza de Piña. Fue un conato con un equipo conformado por Pepino y sus secuaces. Nosotros teníamos un equipo consolidado y entrenado hace mucho tiempo por Tío Beto (en aquel nos engrupía con “Mar y tierra”).
Sigo. Era un equipo probado, cuya alineación era la siguiente:


Con el uno y arquero indiscutido Lale; de central el que habla; lateral Juanqui; de “creador”, Checoso con Jhale y de goleador Jaimetostado. El cuerpo médico lo conformaba el mismísimo “Doc Slimer”.

Tal como se relataba en aquel pasquín “Farso”, el partido fue trabado y cruel, donde los gritos iban y venían: “no te vai’ pa’ delante, bajaaa, cabecea pa’ bajo no pa’ rriba”...

La era de la computación llegaba tímidamente, dejando a tras la época del “Farso” hecho en máquina de escribir y letras pegadas con goma de pegar “tomada prestada” a Andresito.

Para graficarle el carácter de aquel que denuncio, contare otro dato: estaba de moda los jueves de “Unovisión”, canal argentino de poca monta que destacaba por estrenos brutales como “El retorno de los muertos vivos 3” y la nunca bien ponderada “Serie Rosa”.

Todos nos acostábamos temprano en nuestras casas y trancábamos la puerta de la pieza. Luego de la transmisión oficial, el sindicado nos hacia un compilado del estreno de la noche, siendo el más recordado el Señor Goodman (Buenhombre), con su inseparable paladín, el Negro Manguera; quienes fueron elevados al carácter de santo varón.

-          “¿Pero cuál es su denuncia concreta?”, señala intrigado Honorato, incrustándole el micrófono hasta la garganta a su interlocutor.

-                   “Espérese señor”, le señalo.

Continuando con el relato, terminado en partido este señor dijo que le gustaría contar los acontecimientos de este encuentro deportivo e incorporarlos en el Farso de ese fin de semana que ya quería que fuera cibernético.

Aquí viene mi dolorrr. Me ha dicho: “me puedes prestar tu teclado”, que no era nada menos que uno de los legendarios Atari 800XL. ¡Sí señor, mi laptop de los 90!”. Recuerdo que los juegos demoraban un kilo para cargar, pero nos entretenía igual.

Decidí hacer esta confesión cuando en febrero de 2011, encontré la caja de ese teclado y recordé este obscuro pasaje de mi vida, donde fui violentado en mi propiedad.

¡¡¡POR ESO EMPLAZO AL EDITOR DE ESTE PASQUÍN, EL SEÑOR  LALE  ZAMORANO,  A QUE DIGA Y CONFIESE A ESTA  HUMIRDE TRIBUNA QUE CRESTA HIZO CON MI 800XL!!!


22 de marzo de 2011

"PARA TELECRECE, INFORMÓ PABLO HONORATO"



- "Ya poh, hagamos un asado poh", le dijo Jaime al Osquito.
- "Este finde están mis viejos, pero la María José ofreció la casa el otro día", contestó animado.
- "Bacán, yo le digo al resto de los cabros pa' que pongan cuota", replicó el "ceja".

Sin duda, 1996 fue un año movido y lleno de actividad en la calle Julio Verne. Los carretes y asados varios eran parte de cada fin de semana, en donde el que estaba solo, prestaba la casa ... arriesgándose a quedar, sin hogar.

Una de estas personas era María José, una vecina cuya casa se transformó en una suerte de "casa club" para los niños de la calle. Me recuerdo que su pololo de entonces se parecía al "Machito Ponce", cantante bizarro argentino que sólo hablaba de "ponerla" con un acento boricua bastante freak.

Ese viernes, los padres de María José retrasaron su salida, pero el papá se ofreció para encender el carbón y echar a asar las primeras "longas". Todos estábamos junto a él, como obnubilados por el espectáculo que representaba la noche que se nos venía encima. De pronto, las cervezas comenzaron a circular.

- "¡Salud!", dije entusiasmado.
- "Weeena", replicaron el Nana, Jaime y el Tata, todos con un vaso de chela en la mano. 

La delgadez extrema de algunos y el poco training etílico de aquellos años comenzaron a mellar la cordura de los comensales, que comenzamos a hablar incoherencias y a reírnos de cualquier cosa, cual infante que asiste a misa.

De pronto, el tío comenzó a agacharse para recoger y acomodar el carbón. A un costado, las longanizas burlonas nos llamaban a la broma. Arco descubierto, pierna más diestra ... 

- "Y usted, ¿qué opina de la inflación?", dije con una longaniza en la mano a modo de micrófono apuntando a mi interlocutor, agachado en búsqueda del carbón. Las risas no se hicieron esperar.

- "Este ha sido para Telecrece, Pablo Honorato", sentencié.

El tío nunca se enteró, pero quedó en la retina de todos y se instauró como una costumbre peligrosa al agacharse a recoger algo. Del resto del carrete no me recuerdo mucho, salvo que en ese tiempo no sufría de las cañas diabólicas ... lo que es la juventud. Un divino tesoro, como dicen algunos.