13 de septiembre de 2013

"Por favor, llámeme John ..."



El año 1994 representó uno de esos en que muchos de los, hasta entonces, niños de la calle, entramos en la pubertad y con ello se produjo el natural cambio de intereses y conductas. Atrás habían quedado los autitos y juegos más infantiles. 

Leer "May I Help You?" (Historia Relacionada)


"Tecnocable", sistema porteño de cable primitivo que por esos días hacía furor en nuestros cerros, ya era parte habitual de nuestras vidas. Informerciales como "Didi Seven" "No Wet Wonderfoam" o "Ginsu 2000" se habían hecho parte de nuestro repertorio de bromas recurrentes en el barrio.


Checoso, Jaime, Juanqui, los Reyes, Osquítar y yo, éramos algunos de los "afortunados" en contar con canales tan emblemáticos como "12 x 24", "365" y, por supuesto, el emblemático "Unovisión". Todos provenían de la vecina Argentina, con una calidad técnica deplorable, pero de una rica programación bizarra y llena de momentos como "El Ataque de los Muertos Vivos 3", "Blackula", entre otros filmes del mejor cine Z.






Pero estas "maravillas" tenían un lado B que venía de perillas para nuestros nuevos intereses adolescentes: el erotismo.

Para un grupo de pendejos de entre 13 y 16 años, esto fue como descubrir petróleo en el patio de tu casa. Cada uno se las arreglaba para ojear las transmisiones eróticas que estos canales daban a altas horas de la noche, pues eran comentario seguro al día siguiente en la mañana. Una suerte de Facebook cachero.

Nombres como "El Enano Cachero""Negro Manguera""Mandinga", "Stacy" comenzaron a hacerse comunes en la calle Julio Verne, pero uno hubo que se destacó por sobre el resto: "El Cachero", un misterioso personaje del cual nada sabíamos, sólo que era un actor de aspecto deportivo, peinado "a la gomina", cara de caliente y siempre luciendo un bronceado fascinante, y cuya principal virtud, era su gran lechada mientras ponía los ojos blancos. Su identidad era un misterio.

El Sr. Molina y su fábrica de porno

Todo comenzó cuando el mítico Sr. Molina, compañero de colegio de Oscar y facilitador de material audiovisual con las acrobacias sexuales del Enano Cachero y compañía, trae la última novedad del año: Paradise Ginger. Debido a la primaria tecnología del VHS, este tipo de copias era de una calidad deplorable, dejando ver poco o nada de lo que se esperaba mirar.

Un sábado en la mañana, y luego de que Unovisión hiciese lo suyo la noche del viernes, Oscar comentó la aparición de un nuevo personaje en el film noblemente facilitado por el Sr. Molina. Tras su descripción, Jaimito de Postman y yo comenzamos a unir cabos.

  • "Oye, anoche dieron una película con un tipo engominado y que ponía los ojos blancos", dice Jaimito the Mailman.
  • "Siii, y era bronceado mula jajaja", replica Osquítar.
  • "¿Tenís la película educativa del Sr. Molina para identificarlo?", le sugiero a Oscar.
  • "La tengo puesta en el minuto exacto, y no hay nadie en la casa", asiente.
Acto seguido, entramos raudos a la casa. Silencio absoluto y mucha concentración en le aire. Uno de los grandes misterios sería develado, algo así como nuestro "¿Quién Mató a Patricia?".

Play, engranajes sonando y la imagen en la pantalla. Nuestro hombre aparece en el tubo catódico (saliendo de una revista fotocopiada, pues el porno le incluye hasta realismo mágico), risas en el aire, nos miramos y exclamamos al unísono: "¡Es el mismo weón!"

Sólo nos faltaba el nombre.

Afortunadamente, el gran Molina nos daría la respuesta, al menos de forma parcial. De sus archivos pudimos obtener una versión editada de "The Oval Office" que emitió Unovisión en alguna ocasión y en donde este personaje, las hacía de Presidente de EE.UU y era sobornado mediante sexo. Su nombre, "John Goodman"  o Juan Buenhombre, en español.


A partir de ese minuto, ese nombre nunca se borró de nuestro léxico y permaneció por muchos años como un apodo que utilicé para mails y seudónimos. Generalmente quienes me preguntan "¿Quién es John Goodman?" lo asocian al protagonista de los Picapiedra.



Finalmente, y con el pasar de los años, supimos que el actor se llama Peter North, o Pedro del Norte, y que es una especie de leyenda del porno mundial, casi a la escala de Ron Jeremy. 






21 de enero de 2013

"... ¡¡Dije Phantom!! ... ¡¡¡DIJE PHANTOM!! ... " - Parte 2

Así lucía el misterioso anfitrión.
Tras la huida del niño-cliente, era mi turno. La mirada penetrante del hombre tras el mesón me sindicaba como el siguiente.
  • "Hola", dije con una sonrisa algo forzada.
  • "HOLA", me dijo el hombre, esperando que hablase rápido.
  • "¿Qué juegos de Atari tiene?", pregunté temeroso y evitando su vista.
  • "Tengo varios, mira esta lista" me dijo con tono de poco simpático mientras me extendía una carpeta gorda.
Mis sospechas no estaban equivocadas. Con "Selectronic", el local de calle Blanco como único referente del mundo Atariano, aquí las alternativas eran infinitas. Incluso, cada juego tenía una referencia escrita a su lado, para guiarte más en la elección.

"Draconus: recupera el reino de Draconia de las manos de la Bestia Tirana a través de un gran laberinto". Sin duda, ese tipo de escuetas descripciones hacía volar la imaginación de un niño de 10 años que hoy como adultos, nos cuesta comprender.

Una de las virtudes de nuestra infancia, ciertamente fue el uso de nuestra imaginación para alimentar sueños y fantasías. El mundo de los píxeles de 8 bits, no era la excepción.

Poster de "El Zorro"
Mientras oía los pitidos de carga de un juego en casette y mi anfitrión se mantenía ocupado reparando un teclado dañado, aproveché de observar detenidamente el local. Gratamente descubrí que tenía mucha iconografía Atari. Mi atención se clavó en unos cuadros de la desarrolladora Datasoft, creadora de clásicos como The Goonies y Brucelee

Se trataba de un cuadro de "El Zorro", donde se podía ver claramente una pantalla a la que no había llegado, pese a haber dedicado infinitas horas al juego. Para romper el hielo, me lancé con la pregunta:

  • "Señor, ¿de dónde se sacan esas campanas que tiene el Zorro en esa pantalla", le decía mientras apuntaba el cuadro y de paso, interrumpía sus labores de reparación.
  • "¡De donde mismo sacas la trompeta y el fierro para marcar la vaca!", me dijo con un tono secante, casi retador.  
Pese a su tono gruñón, evité que me inquietara. Su semblante escondía una risa burlona, que lo hacía parecer disfrutar de estas situaciones. Proseguí ojeando la carpeta hasta que un título y su respectiva descripción llamaron mi atención:
Captura de "Phantom"
 
"Phantom: persigue y caza fantasmas en una casa embrujada", una descripción muy similar a otro juego que tenía en mente. No me podía quedar con la duda ... el viejo ya me había demostrado sus conocimientos de juegón.
  • "Señor, este juego que dice Phantom, ¿no será el Ghostchaser?", dije sabiondo.
  • "¡Dice Phantom!", me dijo en su tono habitual. 
  • "Pero, ¿no será ...?", insistí. 
  • "¡Dije Phantom!", me interrumpió.
  • "Pero ..."
  • "¡DIJE PHANTOM!", sentenció. 
Luego de su última intervención, decidí arriesgarme y comprarlo. Luego del proceso de copiado (afortunadamente tenía diskettera), tomé mi juego y partí a mi casa a probarlo. 

Mientras salía del local y me quedaba pegado por otro rato en la vitrina observando el codiciado Commodore 64, podía oír a la lejanía una nueva respuesta de nuestro gruñón amigo a uno de sus clientes:
  • "Los juegos están hechos para que tú los descubras, no para que yo te diga cómo descubrirlos", le decía a otro pequeño mientras me miraba con una sonrisa cómplice. Era su estilo.
Este sería el inicio de un sinfín de visitas y de compras computacionales, las que sin duda, marcarían un imborrable recuerdo en mi niñez, de la cual amigos como el Tata y mi primo Rodrigo, serían parte.

Epílogo

Luego de funcionar varios años en la Villa Rosa de calle Arlegui con Echevers en Viña del Mar, Video Compu Club se mudó a la Galería Carrusel (calle Valparaíso), debido a la demolición de la primera a manos de la modernidad. 

En un local más grande y cómodo, nuestro amigo de nombre desconocido tenía novedades como El Principe de Persia, Street Fighter 2, y la saga Mortal Kombat. Recuerdo que con mi amigo Tata, compramos el Mortal Kombat 2 y para aprender a descomprimirlo e instalarlo en DOS, tuvimos que llamar al susodicho a su celular (en 1994 el que recibía llamadas, pagaba), luego de conseguirnos su número en la administración de la Galería Carrusel.

Como podrán suponer, fue una conversación llena de frases para el recuerdo. Finalmente, el local cerró sus puertas entre 1994 y 1995. Un último encuentro visual lo tuvimos en 1997 junto al Tata en la micro 107 del cerro Barón (que va desde Barón a Viña y viceversa). Sólo el tiempo dirá si alguna vez nos volvemos a topar con este gran personaje.
  


14 de enero de 2013

"¡¡¡Es un Nintendo!!!" ... pero señor ... "¡¡Es un Nintendo!!" - Parte 1


Vista actual de lo que queda de la Villa Rosa, por Arlegui.
Corrían los albores de los noventa y la fiebre por los videojuegos era todo un suceso en nuestra querida calle Julio Verne. 

Si bien no todos tenían una consola o un computador, éstos eran todo un hito social dentro de nuestro grupo de amigos, algo que dista mucho de la realidad actual de los pequeños y solitarios computines de hoy.

Junto al Tata y a Juanqui, solíamos juntarnos en mi casa a jugar Sega Master System o la más reciente novedad, el computador Atari con diskettera, todo un avance para la época.
  • "¿Qué jugamos hoy día?", me pregunta el Tata.
  • "¡Ponte el juego del Gorilón (Donkey Kong)!", nos dijo el Juanqui, de seguro porque era el único juego donde no perdía al tiro.
  • "Ja ja ja ... mejor miren este que me dijeron es bueno", les contesté mientras insertaba el diskette.
De pronto, la pantalla se llenó de muchos colores (típico de la psicodelia de Atari mientras cargaban sus juegos), y una música fulminó nuestros oídos. La pantalla decía "Unicum" y varios mensajes recorrían la pantalla de lado a lado.

Uno de los mensajes que nos llamó la atención fue "Gracias por el desbloqueo. Video Compu Club, local h-8, Villa Rosa, Arlegui, Viña del Mar". La curiosidad y las ganas de tener más juegos para animar nuestras tardes hizo que dar con el misterioso local fuese una obligación.
  • "Bueno el juego, es como el Arkanoid", dijo el Tata al cierre.
  • "Trataré de ir el fin de semana a Viña para ver si está ese local todavía", repliqué.
  • "Bacán, así cachamos más juegos", dijo el Juanqui después de haber perdido inmediatamente en el "Unicum".
Apagamos todo y nos despedimos. La misión ya estaba asignada.

El Día de la Revelación

Era un frío sábado de invierno y acompañé a mi viejo a pagar una cuenta de Falabella en Viña (en ese tiempo aún no se instalaban en Valparaíso). Era la oportunidad precisa para investigar y dar con "Video Compu Club".

Anotada la dirección en un papel (en ese tiempo no había Google Maps), me había mentalizado para el éxito. ¿Y si el juego era muy viejo y el local ya no estaba? ¿habría juegos buenos? ¿sería caro?

Muchos de los locales de videojuegos de ese entonces, contaban con un stock limitado de juegos, y muchas veces no tenían muchas cosas nuevas que mostrar.

Coincidentemente, mi viejo frecuentaba un local de acuarios en la Galería Saleh de calle Valparaíso, la cual tenía conexión interna con la casi desaparecida Villa Rosa, centro comercial de gloriosas líneas victorianas, hoy cercenado a la mitad.

Luego de convencer a Posa (mi viejo) de ir a "ver" si había algo de Atari por las galerías cercanas, dimos con la entrada al susodicho centro comercial. Revisado el primer piso, la decepción comenzaba a aparecer: sólo tiendas de artesanía y cafeterías. De pronto, una escalera semioculta me invitó a subir sus peldaños.

Mientras mi viejo cazaba moscas en una vitrina, apresuradamente corrí por las escalas y oí el sonido que confirmaba mis sospechas: el inconfundible bip de carga de los cassettes Atari. Había dado con mi presa.

De pronto, asomó ante mi la figura de un perro amarillo sosteniendo una cinta frente a un computador, montado en cholguán junto a la leyenda "Video Compu Club". Mis sospechas habían sido confirmadas.

Me acerqué entusiasmado a la vitrina del local, y lo primero que vi fue un Commodore 64 en su caja. Nunca antes había visto uno, ni siquiera en las multitiendas. De inmediato supuse que encontraría cosas buenas al interior.

De pronto, un niño que miraba un "Family Game" (imitación barata de Nintendo) en la otra parte de la vitrina entró raudo a la tienda. Desde afuera escuché atentamente la conversación.
  • "Señor, esa consola que tiene en la vitrina, ¿es un Family Game, cierto?", preguntó en tono de aseveración.
  • "Es un Nintendo", dijo una voz ronca, similar a la de Julio Yung.
  • "Pero señor, dice Family Game en la cubierta", insistió el pequeño.
  • "¡¡Es un Nintendo!!", replicó acallante la voz, con un tono brutalmente amenazador.
Sin atreverse a insistir por tercera vez, el niño salió despavorido de la tienda. El hombre tras el mesón, con una risa socarrona en el rostro dirigió su mirada hacia mi. Era mi turno.

... continuará ...